El primer día de clases fue, en general, bastante plano. No se presentó nada fuera de lo común (salvo lo del ágora); de hecho, como todos sabemos y como ya es costumbre, el síndrome del primer ingreso -el cual, creo, se prolongó durante toda la semana- se apoderó de los pasillos e incluso, de la universidad completa.
Ayer siguieron presentes los estragos -la ansiedad- de la falta de costumbre, además, la incertidumbre de la novedad, además de una funesta razón personal hicieron de mi un despojo. Mr. White resultó ser más manso de lo que la vox populi afirmaba; pero aún me parece sarcástico, aunque creo que me acostumbraré
Hoy las cosas mejoraron. Aunque Mr. White aún me proboca taquicardias, creo que estoy comenzando a sentir gusto por la clase. Por otro lado, me han dado noticias bastante alentadoras a cerca de mi mismo: resulta que alguien habló con Lourdes -la profesora que me mandó al hoyo al principio- y le dijo "cosas muy buenas" de mi.